I
aceptar la destrucción
Ayer escuché cuantas veces y cuantas personas pensar en voz alta su relación con los demás seres naturales que les rodean. Les escuché empezar a construir múltiples ideas y teorías de como elles son percibidos por estos seres, de como serán recordados por los árboles, las plantas, las montañas y todo lo que habita y sucede en ellas.
Y aunque soy completamente partidaria de ser consciente de nuestros posibles impactos sobre la existencia de las demás presencias con las que cohabitamos, no puedo evitar pensar y cuestionar esta tendencia humana de ser el centro de todo. Aún cuestionando nuestra relación y nuestro rol como seres dentro de este gran y complejo sistema nos inclinamos por asumirnos más. Más inteligentes, más complejos, más conscientes, más certeros, más importantes, más, más, más, más.
Hace un tiempo leí un articulo sobre el deshielo del último glaciar de Venezuela, muy pronto a desaparecer completamente. Pero lo interesante de esta "desgracia" es que se han ido encontrando nuevas formas de vida, nuevas dinámicas y relaciones naturales en esta montaña y me ha llevado a pensar que talvez no todo es tan malo.
Que talvez es parte del proceso. La Tierra ha estado en constante cambio y transformación desde su origen; especies de todo tipo han habitado y abandonado su superficie. Solo somos una especie más y parece que hemos olvidado eso y que todavía no queremos verlo. Tachamos como desgracias muchas de las transformaciones actuales de la Tierra sin permitirnos pensar que talvez las montañas están agradecidas de perder los glaciares que por tanto tiempo las han cubierto, que talvez ellas agradecen la sorprendente presencia de plantas creciendo sobre ellas y de aves visitándolas. Desde esta perspectiva negamos, al mismo tiempo, la existencia de otras formas de vida y de conciencia asumiendo la nuestra como superior. Asumimos que la montaña no siente y no piensa, asumimos saber con total certeza qué es lo mejor para ella, asumimos que sus rocas y toda la materia terrestre que la conforma no tiene ninguna forma de conciencia. Y luchamos por mantener todo tal cual nos conviene para nuestra propia existencia.
He empezado a pensar que aceptar la destrucción es también aceptar, agradecer y dar la bienvenida a la transformación, nuevas vidas y entretejidos; aún cuando esto puede implicar no ser parte de ellos.
Ayer escuché cuantas veces y cuantas personas pensar en voz alta su relación con los demás seres naturales que les rodean. Les escuché empezar a construir múltiples ideas y teorías de como elles son percibidos por estos seres, de como serán recordados por los árboles, las plantas, las montañas y todo lo que habita y sucede en ellas.
Y aunque soy completamente partidaria de ser consciente de nuestros posibles impactos sobre la existencia de las demás presencias con las que cohabitamos, no puedo evitar pensar y cuestionar esta tendencia humana de ser el centro de todo. Aún cuestionando nuestra relación y nuestro rol como seres dentro de este gran y complejo sistema nos inclinamos por asumirnos más. Más inteligentes, más complejos, más conscientes, más certeros, más importantes, más, más, más, más.
Hace un tiempo leí un articulo sobre el deshielo del último glaciar de Venezuela, muy pronto a desaparecer completamente. Pero lo interesante de esta "desgracia" es que se han ido encontrando nuevas formas de vida, nuevas dinámicas y relaciones naturales en esta montaña y me ha llevado a pensar que talvez no todo es tan malo.
Que talvez es parte del proceso. La Tierra ha estado en constante cambio y transformación desde su origen; especies de todo tipo han habitado y abandonado su superficie. Solo somos una especie más y parece que hemos olvidado eso y que todavía no queremos verlo. Tachamos como desgracias muchas de las transformaciones actuales de la Tierra sin permitirnos pensar que talvez las montañas están agradecidas de perder los glaciares que por tanto tiempo las han cubierto, que talvez ellas agradecen la sorprendente presencia de plantas creciendo sobre ellas y de aves visitándolas. Desde esta perspectiva negamos, al mismo tiempo, la existencia de otras formas de vida y de conciencia asumiendo la nuestra como superior. Asumimos que la montaña no siente y no piensa, asumimos saber con total certeza qué es lo mejor para ella, asumimos que sus rocas y toda la materia terrestre que la conforma no tiene ninguna forma de conciencia. Y luchamos por mantener todo tal cual nos conviene para nuestra propia existencia.
He empezado a pensar que aceptar la destrucción es también aceptar, agradecer y dar la bienvenida a la transformación, nuevas vidas y entretejidos; aún cuando esto puede implicar no ser parte de ellos.